viernes, 6 de junio de 2025

Greda de Pomaire

 

Pomaire: Donde la Greda Cobró Vida y se Hizo Leyenda

A menos de una hora de Santiago, en la Región Metropolitana, se esconde un pueblo que huele a tierra y a humo, donde el tiempo parece detenerse al ritmo de las manos que modelan. Hablamos de Pomaire, un rincón de Chile que es sinónimo de artesanía en greda, un oficio que no es solo una técnica, sino un legado, una forma de vida y un pedazo palpable de la historia del país.



La historia de la alfarería en Pomaire es tan profunda como los depósitos de arcilla que rodean el valle. Sus orígenes se hunden en el tiempo prehispánico, cuando los pueblos picunches y, posteriormente, los incas, ya conocían las propiedades de la greda local. Utilizaban esta arcilla para crear utensilios de uso diario: ollas para cocinar, jarros para el agua, tiestos para el almacenamiento. Eran piezas funcionales, nacidas de la necesidad, pero que ya contenían el germen de la estética popular.

Con la llegada de los españoles en el siglo XVI, Pomaire no perdió su esencia. Si bien se introdujeron nuevas técnicas y el torno alfarero, la tradición de trabajar la greda se mantuvo viva, adaptándose a las nuevas demandas. La alfarería pomaireña se consolidó como proveedora de utensilios para las haciendas y las zonas rurales de la naciente Colonia, convirtiéndose en un centro de producción reconocido por su calidad y durabilidad.

Fue durante el siglo XIX y principios del XX cuando la greda de Pomaire comenzó a consolidar su fama y a expandirse más allá de los hogares campesinos. La demanda por la loza de Pomaire, resistente y de gran belleza rústica, creció en las ciudades. Surgieron figuras que se convertirían en verdaderos íconos de la cultura popular chilena: las ollas de barro que le daban un sabor inigualable a las comidas, los chanchitos de tres patas (símbolo de abundancia y buena suerte que, según la tradición, hay que regalar para que la fortuna regrese triplicada), las fuentes, los jarros y las figuras costumbristas que retrataban la vida del campo.

El proceso de elaboración en Pomaire es una danza ancestral entre los elementos. Todo comienza con la extracción de la arcilla de las "gredas", los depósitos naturales. Luego viene la paciente preparación: la arcilla se limpia, se amasa y se hidrata hasta alcanzar la consistencia perfecta. Los artesanos, con manos expertas, modelan las piezas, muchas veces a mano alzada o con tornos rudimentarios. Una vez moldeadas, las piezas se secan al sol y al aire.

El momento culminante es la cocción. En Pomaire, los hornos de ladrillo a leña son una postal icónica. El calor intenso transforma la arcilla blanda en cerámica resistente, dándole ese característico color rojizo o terroso, a veces con manchas oscuras debido al humo y al proceso de cocción. Muchas piezas luego se bruñen para darles brillo o se les aplican diseños rústicos.

Hoy, Pomaire es un pueblo turístico que vive por y para su greda. Sus calles están flanqueadas por talleres y tiendas donde se exhiben miles de piezas, desde las utilitarias hasta las decorativas. Los alfareros, a menudo descendientes de generaciones de artesanos, mantienen viva la tradición, transmitiendo el conocimiento de padres a hijos. Aunque la globalización ha traído nuevos materiales y desafíos, la greda de Pomaire resiste, gracias a su autenticidad, su calidad y el valor cultural que encarna.

Visitar Pomaire es sumergirse en una historia viva, donde cada olla, cada chanchito y cada figura cuenta un relato de esfuerzo, tradición y amor por la tierra. Es la evidencia de cómo un oficio milenario puede no solo sobrevivir, sino prosperar, convirtiéndose en un emblema de la identidad y la riqueza cultural de Chile.


Gps

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